12 septiembre 2010

Mi patria en mi voz


Hubo un tiempo en el que la música que se escuchaba la representaban y la abanderaban grandes voces que tenían la gran virtud de hacer suyas las canciones y hacer que llegaran al público con una facilidad pasmosa. Muchos de esos cantantes no escribían sus canciones, pero tenían el don de hacerlas suyas y que la verdad que destilaban sus voces hicieran que se convirtieran en ídolos de multitudes.
El intérprete tenía su importancia y casi era más importante que lo que cantaba, lo legitimaba.

Pasó el tiempo y los compositores, sin voces muy agraciadas, intentaron tomar las riendas de lo que componían y expresarse ya no sólo sobre el papel, sino también con su propia voz. En esa época ya empezó un notable declive para todos aquellos artistas que sabían cantar, pero no tenían qué cantar (o en gran medida la calidad y efectividad de sus letras había perdido fuelle por ese "egoísmo" del escritor que reclamaba más presencia y mérito sobre el trabajo que el público consumía y disfrutaba tan frugalmente como ignoraba la fuente de la que procedía.

En el caso de Scott Walker hay que decir que goza de una voz privilegiada, que muchos cantantes contemporáneos, incluso bandas (pensemos en The Divine Comedy, por ejempo), no se pueden concebir sin su figura, y que era el intérprete perfecto. Asimismo, intentó componer canciones y las ejecutó correctamente, pero sin la ambición de ser reconocido por su talento compositor como por la calidad y personalidad en la ejecución de las canciones.
Quizás la fuerza de Walker resida en eso, fue consciente de qué posición ocupaba, qué papel jugaba y dónde residía su verdadera fuerza: sólo cantar, interpretar y finalmente... comunicar.

Personalmente, siempre he valorado que los grupos compongan sus canciones y las pongan en escena. En mi caso es la sensación de tener la garantía de que quien te está transmitiendo una historia lo hace de una manera vivida, auténtica y lo más alejado posible de una pose bien estudiada por un asesor de imagen.

Finalmente he comprendido que en lo que se canta está la personalidad de quien lo canta. Es por ello que a través de gente como Scott Walker, Raphael, Dusty Springfield, Sinatra... concebimos que la figura del intérprete es clave, más allá de la propia habilidad para componer.