25 febrero 2008

La tristeza del viajero


No sé muy bien por qué, pero es cierto que cuando uno viaja -especialmente si lo hace solo- las cosas se tiñen de cierta tristeza y melancolía. Estar en un sitio y tener que moverte a otro, en grupo, acatando unos horarios y con perfectos desconocidos se me antoja algo cada vez más difícil a la par que excitante.

Esta idea me ha rondado siempre, pero especialmente hoy que he tenido que coger un bus de vuelta. Las estaciones de autobuses, sea cual sea su diseño, sus viajeros...me parecen algo tristísimo. Me siento casi como si estuviera observando una de esas películas o documentales en los que se narra el exterminio nazi o la subida de miles de judíos en trenes de la muerte hacia un campo de concentración.

Esta sensación va creciendo si la estación de origen es la de Jaén. Es extraño, porque alguien me dijo que querían hacer una nueva, pero no era posible porque el edificio tiene una historia muy determinada y no se podía tocar (aunque digo yo que sí se puede adecentar un poquito y que no parezca tan tercermundista).

Las paredes llevan sin pintarse unos veinte años. Digo esto porque recuerdo que iba muy a menudo a Jaén en mi época de instituto y, al regresar a coger el bus, la estación ya me parecía algo descuidada. Este deterioro ha seguido su curso natural con los años y supongo que por eso se encuentra tan mal.
De otro lado llama la atención el hecho de que no haya ni rastro del más mínimo avance técnico: una máquina para los billetes comprados por internet, paneles informativos de salidas y llegadas o un simple puesto de información que para el viajero caería como agua de mayo...

La persona que -hace tiempo- me comentó algo acerca de los planes de la estación hizo especial hincapié en el hecho de que la están dejando de la mano de Dios para que se caiga por su propio peso, deduzco que hasta que la situación se haga insostenible o a los usuarios les dé por reclamar. Intuyo que eso no se producirá hasta que caiga un cascote del techo que haga que el accidentado dé a parar con sus huesos en el hospital más cercano.

Un indicativo es que no se pueda ver con claridad el número de los andenes -lo llevan pintado en el suelo-, las baldosas que configuran el acerado están tan parcheadas que se puede apreciar perfectamente cómo corresponden cada una a diferentes épocas de la vida de la estación y para colmo hoy veo que uno de los autobuses al estacionar sube al acerado como si nada...:-(

Uno de mis primeros recuerdos es de la época en la que podía comprar allí las revistas de cine: Fotogramas y Cinemanía. Siempre se las pedía a mimadre antes de subir al bus y de mes en mes ella me daba ese capricho (ya que no había cine en el pueblo...) supongo que así acallaba mi frustración.

Cuando no se tiene en cuenta que una de las primeras impresiones de la ciudad viene dada por el punto de llegada, sucede eso, un declive irrefrenable. Las autoridades deberían ser conscientes del lema de aquella colonia de antaño (Brumel) en la que no sólo es "mejor cuanto más cerca", sino que en las distancias cortas la primera impresión es la que cuenta. La de la estación de buses de Jaén es sencillamente alarmante y para confirmarlo sólo hay que intentar llegar a la ciudad a través del autobús.

Pd. La foto corresponde a cómo estaba la estación hace años (preguerra civil, probablemente). Ahora su imagen es consecuencia de todo lo que ha venido después.