08 noviembre 2010

Sin dejar huella...somos imperfectos :-)

Ayer fui a ver la ya célebre película de David Fincher: "la red social". Iba muy pedispuesto a que me gustara le peli, de hecho el día anterior dos amigos la recomendaban encarecidamente.

Lo primero que debo destacar es la consistencia de la historia, bien trabada y que intercala varios juicios con la historia real que se superpone para dar respuesta a lo que se va contando y cuestionando en los encuentros con los abogados y los careos entre los diferentes bandos ante tan suculento negocio. Estos actos de conciliación sirven para dar una interpretación a lo que realmente se ve en pantalla. Obviamente, lo llamativo es cómo cada una de las partes afectadas interpreta lo que sutilmente se aprecia en las imágenes y una lección de cómo el ser humano es capaz de interpretar lo que le conviene y cómo se recurre a los espacios vacíos que deja la comunicación en estos asuntos.

Destaca la gran solvencia y efectividad al encajar una historia que podría pasar por una peli más de juicios y una aguerrida defensa de los hoy maltrechos derechos de autor.
Robar ideas, códigos de honor, mejorar propuestas y cómo hacerse con una idea ajena y transformarla en una propia...y ¿la propiedad intelectual? Estoy seguro de que la SGAE se posicionaría claramente a favor de los demandantes, pero lo cierto es que la realidad no es así y ello no sería justicia (entendiendo claramente que la justicia existe y que es posible elaborar una taxonomía donde se pudiera encontrar lo JUSTO).

A estas alturas poco importa, pues el creador de una red social hiper famosa al que no le importa el dinero (según se sugiere en la peli), alguien que a su corta edad hackea los directorios de la universidad de Harvard y extrae datos como Pedro por su casa y hace ver que nada es invencible. ¿Con apenas 20 años? Un poco raro aunque ciertamente admirable.

Dejando a un lado la incredulidad, la obra está basada en el libro escrito por Eduardo Saverin (a quien interpreta un joven y eficiente actor y futuro Spider-man, Andrew Garfield), el socio cofundador de la idea y propietario de 30 % de la empresa (o al menos eso se supone). En la información final que se aporta al final del film podemos leer que éste personaje, Saverin, ha obtenido en concepto de indemnización una "cantidad desconocida".
Particularmente destaca la interpretación del protagonista (Jesse Eisenberg) que con un aire nerd sabelotodo construye un personaje rico, que hace las cosas sin pringarse, que provoca los mayores altercados y que en una suerte de represión y frustración frustrada quiere imponer su valía, aunque social y humanamente a pocos les importe eso. Una velada sugerencia de manipulador sobresaliente que deja claro que no se llega tan alto de una manera tan limpia, provocando lo que provoca y sin dejar huella, como si se tratara de diseñar el crimen perfecto.
Además, podemos decir que entra en acción a la mitad de la película un secundario que sorprende por la frescura y el autocontrol (Sean Parker) al que da vida un inspirado Justin Timberlake.

La obra está muy bien, el concepto muy bien manejado...aunque en un principio te pierdas con tanta jerga informática.