05 diciembre 2006

Sexuando la cereza

Reconoció que estaba enamorado de ella y que también me amaba a mí. Traducido eso significa: lo quiero todo. Traducido eso significa: por ahora no quiero hacerte daño. Traducido eso significa: no sé qué hacer, dame tiempo.


Resulta muy complicado abarcar la figura de esta escritora. Una de mis lecturas más recientes es Espejismos, de Jeannette Winterson. Es la reedición -cortesía de la editorial Lumen- de un libro que tiene un título fantástico en inglés Sexing the Cherry, pero que en español no tiene mucho que ver con la historia.

Sin duda sorprende que este libro fuera juzgado en su momento como un traspiés en su fulgurante ascenso al olimpo de narradores británicos contemporáneos. Muchos temieron lo peor. Sin embargo, con el tiempo hemos comprobado que era perfectamente consciente de esta nueva vuelta de tuerca. Presenta en este libro algo radicalmente distinto a lo usual. La historia de la giganta y su hijo (el adolescente descubridor de frutas exóticas) que avanza en un vaivén que no deja tregua al lector.

Confiando ciegamente en la británica, uno se adentra en la historia confiando en que a alguna parte llegará. Ciertamente, aunque es una obra llena de habitáculos minuciosamente diseñados, no alcanzamos a apreciar la obra hasta que ésta se encuentra muy avanzada. Esta novela se gravita sobre las vidas de dos personajes absolutamente opuestos, pero vinculados; con psicologías divergentes, pero encadenados; con sentimientos perecederos, pero entrelazados.


Me llaman la Mujer Perro y basta. A él lo llaman Jordan y basta…¿Qué nombre se le podía poner después de que fuera pescado en el apestoso Támesis?...Debí llamarlo como una charca de agua estancada y entonces lo habría conservado, pero le puse el nombre de un río y escapó con la pleamar

La autora traza dos líneas paralelas para mostrarnos el desarrollo de los acontecimientos. Acontecimientos que ganarán interés a medida que el niño crece, se independiza, busca su destino y descubre. Su oficio será descubridor, con lo que podemos establecer esa alegoría con historias de aquellos descubridores colombinos que tanto han zumbado en nuestros oídos. Jordan vuelve a casa con nuevos descubrimientos: plátano, patata, piña…

Hoy llegó la piña. Jordan la portaba entres sus brazos, como si fuera un dorado bebé; se dispuso a partirla por la mitad con salomónica sabiduría. […] Los asistentes al festín se desternillaron de risa y el rey en persona, con su nueva peluca, bajó del estrado y apremió al señor Rose para que aplazara el sacrificio. Al fin y al cabo, sólo era una fruta.”

Al otro lado de la línea argumental se posiciona la madre. Una giganta tan noble de sentimientos como la jauría de perros que la acompaña, pero tan inflamable como la dinamita cuando se trata descuidadamente. Si a través de Jordan descubrimos a un personaje que se adentra en la aventura, en el amor, en el sexo, etc…En el caso de la giganta, encontramos la resignada visión fracasada sobre estos mismos puntos. Ella no tiene suerte y sus experiencias no resultan tan trascendentales. A pesar de ello, debo advertir que la incursión en la vida de la madre es, con mucho, más divertida y profunda que la vida del hijo.

A través de la historia de la enorme mujer Winterson demuestra una vez más cómo es posible que las palabras tengan texturas, formas diversas, profundidad y perspectiva…Definitivamente con esta ella reparamos en que todas esas palabras, que de algún modo palpamos, no son muy distintas de nosotros:

Mi experiencia con el tiempo es casi la misma que con los mapas. El tiempo es plano y se mueve más o menos en línea recta de un punto a otro. Ser en el tiempo, en el presente continuo, consiste en mirar un mapa y no ver las colinas, las configuraciones ni las ondulaciones sino sencillamente la forma plana. No existe sentido de la dimensión, sólo la percepción de la superficie. Y pensar en el tiempo es todavía más vertiginoso y caótico.