27 enero 2008

De algunos rincones y muchos recodos...

Una de las características principales que me vienen a la cabeza si tengo que describir la ciudad es: cercanía. No son grandes distancias, las cosas están más o menos a la mano. Una distancia de 45 minutos andando se reduce a 10 de bus. Sin embargo, si quieres andar nada se antoja demasiado lejano.

Caminando y caminando...encontré el domingo pasado a un grupo de turistas invadiendo la ciudad (algo como lo que yo hacía ese día). Un grupo de perroflautas amenizaban la velada matinal. Se trataba de una chica que intentaba bailar flamenco ante su audiencia de nórdicos de piel blanca nuclear. Eran unos movimientos espasmódicos y muy arrebatados, algo que cuando no lo entiendes (como es mi caso) sabes que no es bueno, que puede ser una broma, pero que más vale ser respetuoso -al menos por el esfuerzo que parecen hacer-. La cosa no tenía ni orden ni concierto, pero se ganaran sus "dinericos" con flamenco entendido de la manera más libre.

Si sigues caminando un poco más, de frente, podrás encontrar una iglesia y un paseito que es la carrera del Darro. Es un río muy pequeñuco, pero está lleno de gatos (antes patos u ocas) que fueron para mí el mayor atractivo. Unas manadas de gatos de todos los colores, mezclados entre sí, hechos una bola para paliar el frío que debía ser insoportable junto al pequeño cauce del Darro. Alguno de ellos que me recordaba a mi Rufete.



En estos paseos en los que no hacía más que llamar y acordar alguna cita para ver pisos y habitaciones, hacía pausas (siempre con mi cicerone) y tomábamos un café o una coca cola. Hay algo muy particular: carteles para el carnaval (de Cádiz especialmente), arlequines y demás disfraces de carnaval típico italiano y un dulce que todavía no he probado: cuajada de carnaval (soy muy goloso, pronto emitiré un juicio sobre el dulce en cuestión).



Paseando por esta ciudad uno encuentra cosas muy valiosas. Destaco las indelebles huellas del pasado (y del presente) árabe del que se nutre la ciudad y que al final, entre diferentes componentes se configuran como un gran emblema de la misma: teterías (he encontrado una que me encanta) y los puestecitos en calles estrechas de artesanía, inciensos, ropa, tés, lámparas...




Sin duda, al cabo de esta semana destaco uno de los sitios con más encanto: un bar muy muy barato, pero único. Se llama "La Estrella" y está junto a Plaza Nueva. Es el bar en el que una señora (sólo una persona) se hace cargo de todo (toma nota, hace la comida, te la sirve y te cobra -en la cocina-). Tú mismo tienes que servirte tu bebida y ponerte la mesa, y precisamente para ello hay nevera y vasos a la vista.
El lugar es el sótano de un edificio, como un pequeño garaje o taller que sólo da a la calle por unas escaleras y hay un agujerito que hace de ventana desde el que se pueden ver las piernas de la gente que pasa por esa calle.

Aquí dejo el horario, por si alguien se atreve a honrar a estar persona con su visita, que según mi opinión se merece tener mucho éxito con su negocio. Ah, puesto que sólo hay una persona trabajando hay que tener paciencia, está muy ocupada, pero merece la pena (especialmente si vas en buena compañía).