24 enero 2008

Estelas en mi mar

Llevo varios días intentando escribir algo desde que me trasladé temporalmente y por motivos laborales a Granada.


El traslado se dio justamente el día 20 de Enero, una fecha para mí imborrable. Un momento en el que se recuerdan hechos muy muy tristes, pero también con la plena consciencia que desde el año 2005 algo cambió, yo cambié, muchas personas cambiaron...pero por encima de todo, aprendimos -con el tiempo, por supuesto- que a la vida hay que plantarle una sonrisa, echarle huevos y tirar para adelante (nunca sabes lo que te puede deparar el futuro).


Las despedidas siempre me han puesto enfermo, por eso no me gusta regodearme demasiado. Es duro y muy difícil aceptar que las cosas cambien o no; y también se hace complicado el acomodarse a un estilo de vida más nómada, especialmente cuando uno tiene la costumbre de estar muy apegado a las cosas y las personas que le rodean.


Es extraño cómo se traba una relación en la distancia con mucha gente, pero a la misma vez se hace más extraño separarse (a nivel logístico y estratégico) de gente que es vital en tu día a día, que es esencial, una isla recurrente, un pilar que sostiene una estructura maestra con la que contaste a la hora de crear algo.


Emociones contenidas y desbordadas en el vagón de un tren que salía a las 7.00 de la mañana desde Santa Justa y con un destino marcado, pero muy indeciso.


Para tener un destino, a priori, no pinta mejor o más estimulante que una ciudad como Granada. Una ciudad que siempre he tenido muy presente en mi vida, especialmente porque mucha gente que conozco se vino a estudiar, vivir, visitar...y siempre las alusiones han sido muy positivas.


Cosa distinta ha sido la empresa de buscar un alojamiento. Tengo una amiga granadina que en ocasiones me escribe diciendo algo como "no te haces una idea de lo pequeña que puede ser esta ciudad" o "hay veces en la que me siento tan agredida por ella"...Frases que uno puede entender porque a todos nos pasa lo mismo, dondequiera que estemos siempre se pueden suceder distintos espisodios que pueden responder a esa definición, o más bien pueden describir los efectos de un día a día en una ciudad.


La empresa ha sido odisea. Buscar piso y no dejar mi cuenta corriente (ya de por sí maltrecha) en números rojos. Soy consciente de que a estas alturas no es una buena época para encontrar piso compartido, pero cuando eres de lo menos exigente en tu búsqueda y de lo más afable...parece que todo corre en tu contra.


La respuesta siempre ha sido la misma "por tan poco tiempo imposible", "busco un inquilino a quien hacer un contrato de larga duración", "mínimo 12 meses"...y un largo etcétera de frases que han desembocado en lo mismo, nada por aquí, nada por allá.


Es extraño que en una ciudad con movimiento, proponga tan pocas opciones para pasar una pequeña temporada (o las que hay son por precios prohibitivos). Choca mucho cómo gente que se traslada a pueblos perdidos consigue alojamiento muy rápido y a un núcleo tan grande como la ciudad de la Alhambra cuesta tanto.


En fin, que desde que llegué todo ha sido un pateo constante...


Durante toda la semana he hecho ésto:


Caminante no hay camino
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...
Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...
Antonio Machado
...caminar...
...caminar...
...y caminar...