18 enero 2008

¡Y te quedas tan fresco!

"Un estudiante americano viaja directamente hacia Oxford para que uno de los matemáticos estrella de esa universidad y del mundo de la lógica y las matemáticas dirija su tésis. Elige una casa muy en concreto para vivir, la de una amiga del matemático que aparece enigmáticamente asesinada en su casa a los pocos días de llegar allí. Este asesinato será el comienzo de una serie regida por una regla de sucesión lógica...".

Esa es la premisa básica que presenta el libro del argentino Guillermo Martínez en el que se basa la película: Los Crímenes de Oxford. La introducción de la película y la presentación de los personajes es magnífica. Se plantean situaciones de lo más apropiadas para mostrar el carácter desconfiado y altivo de la mayoría de los integrantes de dicha historia.

Utiliza tópicos comunes en el cine (que ya han pasado al imaginario colectivo de cualquier consumidor de cine o literatura) que es la idea del "crimen perfecto", "falso culpable", coartadas perfectas con un dato falso...Una serie de lugares comunes, especialmente trillados, pero que suponen un anzuelo que el espectador es especialmente proclive a morder.

Sin embargo, uno se acerca a la obra y, a pesar de un arranque expectante (quizás fueran las ganas de ver la peli y las esperanzas que había puesto en ella), veo cómo la acción se va diluyendo en medio de una disertación verborreica en torno a las matemáticas y el asesinato. Plantear la sucesión de acciones como una consecuencia de la lógica -por un lado- o del azar -por otro- es algo que no está mal del todo, pero hacer que la historia carezca de tensión argumental, que no mantenga al espectador en vilo por lo que va a pasar, la ausencia total de suspense...es algo que a mitad de la película hace que la pérdida de interés, curiosidad o morbo sea galopante.


Un Elijah Wood muy alejado de su imagen anterior (El señor de los anillos) aparece a lo largo de todo el metraje con una actuación correcta, sostenida...aunque quizás no era el actor más idóneo para el papel. John Hurt que tiene virtud para hacer grandes películas o soberanos bodrios (en este caso no sabría en qué parte catalogarlo) y una Leonor Watling tan poco inspirada que no sé cuándo empezaba su mala interpretación y cuándo mi vergüenza ajena (un papel nada lucido desde luego).

En conclusión, que uno ve la película y espera hasta el final más por ver cómo acaba el rollo que se han marcado que por el propio interés de la misma. Al terminar la peli pensé "¡Alex, tío, y te quedas tan fresco!". No salí más cabreado porque era un preestreno al que fui con invitación.

Lo único positivo es que me gustaría sobrevolar Oxford...Besos.