

“Y así pasarán los días, seguiremos emitiendo, permaneceremos en sintonía, nos seguiremos queriendo.”
No quiero cambiar aparece como una declaración de principios. Si la que abre el disco supone la puerta de entrada a un mundo mágico y particular, la que ahora menciono supone la demarcación de una actitud:
“Y no, no quiero cambiar, que cambien todos los demás. Me gusto tal y como soy, no lo puedo remediar.”
Padova es para mí la joya más preciada que esconde este disco. Te llena de recuerdos y te hace reparar en que la importancia reside en los gestos pequeños, los que te llegan y casi sin querer vas a recordar. Siempre he estado muy a favor de este tipo de canciones. No mucha complicación. Letra discreta y coqueta. Voz y mucho coro. Invita a recordar expectativas y esas búsquedas en la que no damos tregua al cansancio, porque siempre tenemos claro que lo bueno es seguir y no cejar en el empeño. La extraña sensación es que cuando la escuché la sentí como una especie de guiño a un pasado que antes sentía cerca, pero si lo pienso, se va alejando...y (es la primera vez que comento esto y detesto admitirlo) supongo que debe ser que crecemos y vamos contando con más años a nuestras espaldas.
María del mar nos trae esas clases, esa pereza por ir, por levantarte rutinariamente cuando, en realidad, si te dieran a elegir podrías dar cientos de cosas mejores que hacer y, particularmente, lo fácil que es recordar a algún compañero de pupitre.
Sin embargo, Mirafiori es un grupo de los que muchos opinan que “si te gusta Corazón, Mirafiori son lo tuyo”. No sé, he escuchado y leído esta comparación y no estoy de acuerdo con ella. Creo que se parecen, en el tipo de grupo independiente, con temática cotidiana, realmente costumbrista…
En gran medida Corazón son todo eso, pero no como para decir que son iguales o van de lo mismo. El elemento que más los distingue es que la voz de Carlos y Nando son más joviales. Algo que es de agradecer, y más teniendo en cuenta que su disco “Melodrama” aborda temáticas vinculadas al desamor, las malas pasadas, las rarezas, la sensación de que te miren como un bicho raro, etc…La firme convicción y aceptación de la diferencia te puede conceder algo que no siempre uno tiene y requiere tiempo ganar: seguridad. Mirafiori tira más por el terreno de la ensoñación, la voz cantante es más sugerente y acaricia, por ello se te puede agarrar más alguna canción (como Recuerdos en el lago articial, Agujeros en la arena o El lenguaje de las flores). Es como la banda sonora de una escapada de la que no quieres que termine el trayecto. En la escapada que ofrecen en "No podemos volver a casa" el destino no es lo importante, sino el tiempo en llegar del origen al destino. Esa escapada conecta con el título del álbum (“No podemos volver a casa”, 2006) y es que hay veces que sales de casa y no pasa nada. Otras, en cambio, sales y en el camino de regreso entiendes que no puedes volver. Tal vez uno no sepa expresar por qué, pero algo cambia y cuando cambia...
Como decía al principio, esta comparativa surge de una opinión que escuché, una actitud muy reduccionista al conectar dos grupos tan semejantes (¿?) como diferentes (¿?).
Me encantaría que alguien, si los ha escuchado, opinara acerca de ambos y arrojara un poco de luz sobre una opinión que, no es que me importe demasiado, pero me da que pensar.
¡Pussey! es la historia de un dibujante de cómic-books que trata de ganarse la vida intentando sacar partido de una de sus pasiones. Dando salida a una creatividad desbordante, inventando personajes y creando diálogos que muestren ese genuino mundo interior que Dan Pussey guarda.
El inicio de la historia nos sitúa ante un niño ensimismado por esa actividad de dibujar sin descanso, un niño que sin sospecharlo se halla en ese punto sin retorno del deterioro de su vida social. Pocos amigos, relaciones amistosas insatisfactorias, rodeado de freaks entre los que no encuentra su sitio…Daniel no sabe cómo dar cauce a sus inquietudes artísticas, hasta que en una convención de cómics aparece del Dr. Infinity, de Infinity Comics Group.
La trama no tendría la más mínima importancia ni trascendencia alguna si no fuera porque la relación de Dan Pussey y su arte con el negocio es lo que marca la trágica realidad de este creador (o artista) y los creadores (o artistas) en general. Como en muchas facetas del arte (música, literatura, dibujo, publicidad…) se abre un abismo entre lo que el artista imagina -con una libertad creadora más bien ficticia- y lo que los jefazos y demás altos cargos le permiten llevar a cabo.
Luego está (perfectamente mostrada) la relación comercial que se genera entre el dibujante (léase, artista) y la empresa (léase, mercado). Dicha relación es tan profundamente hostil y devastadora para nuestro artista que se ve irremisiblemente condenado a una espiral de intentos errados por salir de ahí.
En el caso de Dan esto se ilustra cuando trata de trabajar para otras compañías de cómics, pero le dan con la puerta en las narices porque lo que buscan es otra cosa, otro estilo. Estilo al que Daniel tiene que optar entre amoldarse o largarse. Pussey acaba siempre por regresar al punto de partida (su trabajo en un tugurio, mal pagado y sin sentido). A su vuelta el jefe nunca se enfada, sino que lo recibe diciendo “Por fin te has dado cuenta de que éste es tu sitio y que no debes intentar traspasar esos muros, pues lo que encontrarás no es arte”. Recuerda mucho a una película como El show de Truman, cuando el protagonista se debate entre dejarse convencer y permanecer en ese micromundo creado o no cejar en su intento de salir al mundo real.
Dan sale y entra intermitentemente. Por norma general con más sinsabores que éxitos. Pese a ello, la historia mantiene al lector entretenido un buen rato. Además de jugar con esa cruda realidad, nos asoma a esa lente a través de la cual podemos sentir ese esquizoide perspectivismo que posee el artista. Entre su imaginación y su realidad, entre lo que ve, lo que quiere ver y lo que le dejan ver.
La secuenciación de las imágenes y la elección del motivo en cada una es ya marca de la casa, algo para lo que Clowes parece ser un perfecto arquero.
Uno termina de leer y admirar ¡Pussey! (no sin cierto escándalo) cuando le asalta la idea de que tal vez, solo tal vez, Dan Pussey es un alter ego del propio autor al que ha utilizado para criticar a todos aquellos que usan (usamos) la palabra freaky indiscriminadamente para referirnos a alguien cuya exteriorización de ese mundo interior nos resulta irreverente, atrevida, excéntrica…sin pararnos a pensar en que dicha exteriorización está llena de honestidad, valentía y generosidad. Porque ¿quién se atreve a exponerse sin contemplaciones ante los demás?
Puestos a juzgar, ahora siento cierta envidia del aspecto más heroico de Pussey, de esa inconsciencia que acompaña al “outsiders”*
* Como dice el galerista cabrón que lo trata a patadas.
Cada mañana tempranito cogíamos el camino en una furgoneta que nos protegía del frío, lo cual siempre es de agradecer. Una manía -que yo aplaudo- de mi padre es el llegar al campo y encontrar ramón (ramas secas de olivo) para hacer una lumbre que nos caliente y contribuya a olvidarnos un poco del frío.
Al principio forrados de abrigo hasta las cejas para poco a poco ir desprendiéndonos de esas capas de ropaje.
Comenzábamos y todo era un poco duro. Después de tanto tiempo uno no se acostumbra de nuevo a un trabajo tan físico. Sin embargo he salido indemne, además de con un buen color de piel y una aceptable puesta a punto física.
En esta primera semana de trabajo la cosa no pinta mal. Todo bajo control después de lo vivido, pero pensando en viajar.
Tuve tiempo de hacer algunas fotos como las que siguen: