15 enero 2007

Como un "outsider" profesional

¡Pussey! es el último cómic de Daniel Clowes que ha caído en mis manos, cortesía de los Reyes Magos y el regalo no ha podido ser más acertado.

¡Pussey! es la historia de un dibujante de cómic-books que trata de ganarse la vida intentando sacar partido de una de sus pasiones. Dando salida a una creatividad desbordante, inventando personajes y creando diálogos que muestren ese genuino mundo interior que Dan Pussey guarda.

El inicio de la historia nos sitúa ante un niño ensimismado por esa actividad de dibujar sin descanso, un niño que sin sospecharlo se halla en ese punto sin retorno del deterioro de su vida social. Pocos amigos, relaciones amistosas insatisfactorias, rodeado de freaks entre los que no encuentra su sitio…Daniel no sabe cómo dar cauce a sus inquietudes artísticas, hasta que en una convención de cómics aparece del Dr. Infinity, de Infinity Comics Group.

La trama no tendría la más mínima importancia ni trascendencia alguna si no fuera porque la relación de Dan Pussey y su arte con el negocio es lo que marca la trágica realidad de este creador (o artista) y los creadores (o artistas) en general. Como en muchas facetas del arte (música, literatura, dibujo, publicidad…) se abre un abismo entre lo que el artista imagina -con una libertad creadora más bien ficticia- y lo que los jefazos y demás altos cargos le permiten llevar a cabo.

Luego está (perfectamente mostrada) la relación comercial que se genera entre el dibujante (léase, artista) y la empresa (léase, mercado). Dicha relación es tan profundamente hostil y devastadora para nuestro artista que se ve irremisiblemente condenado a una espiral de intentos errados por salir de ahí.

En el caso de Dan esto se ilustra cuando trata de trabajar para otras compañías de cómics, pero le dan con la puerta en las narices porque lo que buscan es otra cosa, otro estilo. Estilo al que Daniel tiene que optar entre amoldarse o largarse. Pussey acaba siempre por regresar al punto de partida (su trabajo en un tugurio, mal pagado y sin sentido). A su vuelta el jefe nunca se enfada, sino que lo recibe diciendo “Por fin te has dado cuenta de que éste es tu sitio y que no debes intentar traspasar esos muros, pues lo que encontrarás no es arte”. Recuerda mucho a una película como El show de Truman, cuando el protagonista se debate entre dejarse convencer y permanecer en ese micromundo creado o no cejar en su intento de salir al mundo real.

Dan sale y entra intermitentemente. Por norma general con más sinsabores que éxitos. Pese a ello, la historia mantiene al lector entretenido un buen rato. Además de jugar con esa cruda realidad, nos asoma a esa lente a través de la cual podemos sentir ese esquizoide perspectivismo que posee el artista. Entre su imaginación y su realidad, entre lo que ve, lo que quiere ver y lo que le dejan ver.

La secuenciación de las imágenes y la elección del motivo en cada una es ya marca de la casa, algo para lo que Clowes parece ser un perfecto arquero.

Uno termina de leer y admirar ¡Pussey! (no sin cierto escándalo) cuando le asalta la idea de que tal vez, solo tal vez, Dan Pussey es un alter ego del propio autor al que ha utilizado para criticar a todos aquellos que usan (usamos) la palabra freaky indiscriminadamente para referirnos a alguien cuya exteriorización de ese mundo interior nos resulta irreverente, atrevida, excéntrica…sin pararnos a pensar en que dicha exteriorización está llena de honestidad, valentía y generosidad. Porque ¿quién se atreve a exponerse sin contemplaciones ante los demás?

Puestos a juzgar, ahora siento cierta envidia del aspecto más heroico de Pussey, de esa inconsciencia que acompaña al “outsiders”*


* Como dice el galerista cabrón que lo trata a patadas.