12 enero 2007

¿Quién dijo que Portugal no tiene Reina?

MARIZA es una de esas artistas que encarnan una de mis grandes pasiones. A pesar de no gozar de una fama internacional tan asentada como Misia o la avasalladora contundencia de Dulce Pontes, ella representa un profundo estudio de la estética, el mestizaje y el sentimiento puestos en circulación con cada una de las palabras y notas que emanan de su garganta, de las que se sirve para acompañar a todos esos instrumentos genuinamente portugueses.

Mariza irrumpía en la escena musical en 2001 con Fado em mim, un disco que seguía muy de cerca los paradigmas del fado más tradicional, aquel que institucionalizó Amalia Rodrigues. Con ese disco rompió barreras y dejaba ver un arte inquieto y a la vez inteligentemente controlado. Su éxito en Portugal fue clamoroso y consiguió inyectar vida y carisma a la deteriorada imagen del fado tradicional (especialmente entre los jóvenes, que lo asociaban vergonzantemente a la dictadura de Salazar). Y es que esta portuguesa, de madre mozambiqueña, no deja de empaparse de todo lo que le rodea e incorporarlo a su mensaje.

Por ello, Mariza ha jugado con diferentes influencias. Desde lo más tradicional a la bossa nova carioca, desde colaboraciones con Sting hasta José Mercé. Para su último disco de estudio, Transparente, se fue a Brasil (donde ya había vivido 4 años) dejando que la solemne cadencia del fado se viera turbada por esa suave agitación que le imprime la bossa.

La estética de Mariza es el primer impacto que una persona sufre al enfrentarse a su música. Piel tostada, ojos saltones, delgadísima, pelo rubio platino, ondulado, engominado y pegado a la cabeza, faldones clásicos ribeteados por volantes en el cuello, las muñecas, la cintura…collares, medias de red en los brazos y chal negro. Todo ello, junto a una actitud tremendamente confiada en lo que está haciendo. Sólo así se entiende esa seguridad en la escena al cantar y al verla nos sintamos algo así como afortunados voyeurs.
El disco que ahora reseño es una especie de grandes éxitos en directo, pero un directo muy especial. La grabación de Concerto em Lisboa supone para la cantante “Uno de mis mayores sueños se hizo realidad”. Este concierto fue catalogado por la prensa lusa como histórico, del que alabaron el repertorio elegido, el lugar —junto a la Torre de Belém— así como la orquestación y el acompañamiento: la Sinfonieta de Lisboa bajo la dirección del consagrado músico y productor Jacques Morelenbaum. A esta cita asistieron más de 20.000 personas, que se reunieron en este concierto único que supuso el regreso de la artista a Lisboa.

A lo largo de las dos horas de concierto presentó Transparente, pero revisó antiguos temas reorquestados para la ocasión. Así fue posible escuchar algunas canciones como Chuva, María Lisboa, Menino do Bairro Negro o Feira de Castro. Si bien estas canciones ya son clásicos en el repertorio de esta artista, se echan de menos títulos como O silencio da guitarra, Fado curvo o, mi favorita, Oiça lá o senhor vinho. Seguramente fueron cantadas en el transcurso del espectáculo y no incluidas en el material finalmente editado, pero yo las he echado en falta.

Para quienes no acostumbran a escuchar nada de música del país vecino (sea clásica o contemporánea), dejo una definición del fado en palabras de una de sus máximas exponentes:

¿Cómo describirías el fado a alguien que nunca lo ha escuchado antes?

- El fado es un tipo de música emocional, lleno de pasión, tristeza, celos y a menudo sátira. El sonido más característico viene de la guitarra portuguesa, única por su forma, con sus doce cuerdas y una afinación específica. Algunos dicen que es descendiente de la cítara árabe y otros que del laúd inglés. La guitarra portuguesa se acompaña tradicionalmente por la guitarra clásica y el bajo acústico. Estos tres instrumentos acústicos se disponen en el escenario a la manera de la luna creciente. El cantante se coloca en el medio. Hay también un elemento visual muy característico: el chal, que tradicionalmente es negro. (Mariza)