Llama mucho la atención leer en cualquier reseña de cine que la película en cuestión sea la ópera prima del director (Florian Henckel Von Donnersmarck), especialmente porque la historia se antoja de gran envergadura y los actores, muy reconocidos en su país, han apostado por una historia políticamente comprometida. Confieso mi atracción por esta actitud revisionista del pasado de un país (recordemos los últimos éxitos del cine alemán: El hundimiento o Good Bye, Lennin!). Igualmente confieso mi atracción por la actriz principal de este drama, Martina Gedek (Deliciosa Martha o Las partículas elementales), que vuelve a dar fe de su enorme solvencia interpretativa.
La historia de La vida de los otros arranca en 1984 en el estreno de una obra de teatro. El escritor y la actriz son una pareja bien avenida, pero con una pega, no están de acuerdo con ese sistema Socialista bajo el que viven y al que se tienen que someter si quieren seguir adelante con sus vidas, uno escribiendo y la otra actuando.
Durante la puesta en escena de la obra del autor hay espectadores de excepción, como un importante Ministro o miembros de
Uno de los espectadores que asiste a la representación de la obra de teatro decide que quizás no sean personas afines al régimen y por ello hay que vigilarlos. Seguro que pueden encontrar algo para acusarlos, cosa que daría un buen empujón a su carrera dentro del “sistema”.
Un espía seguirá cada paso, anotará con todo rigor lo que ocurra en la casa, cada conversación…dando así cuenta de todo lo que acontece en la vida de los otros…
La película explota al máximo el perfil de cada personaje. En la actriz la característica principal será el rostro, su presencia; en el escritor, las palabras, los escritos, los libros y su arma principal una máquina de escribir. En el caso del espía el sigilo, el oído y, especialmente, el silencio.
La interpretación de los actores está milimétricamente estudiada y ejecutada. Nada de afectación inútil. Saben lo que puede pasar en cualquier momento y bajo esa sombra de
He mencionado a Martina Gedek, pero también merece destacarse el papel de Sebastian Koch y especialmente a Ulrich Mühe, sencillamente deslumbrante.