26 febrero 2007

Un vistazo a la felicidad

El día 24 de Febrero el pintor criptanense Juan Fco Casero (www.juancasero.com) fue invitado por el Círculo de Bellas Artes de Ciudad Real para realizar el comentario de un cuadro dentro de la sección "Vaya cuadro", dedicado a la pintura. La elección de la obra corría de su cuenta.
Según argumentó el pintor de Campo de Criptana, la elección de una obra de Paul Gauguin vino motivada por ciertas “afinidades” biográficas que conectan a ambos como pintores. Gauguin pasó de un París en pleno avance industrial a marcharse a Tahití, donde la vida se transcurre a otro ritmo. Algo similar ocurre con Casero, licenciado en económicas pero poseído por esta pasión que es la pintura. De este modo podemos entender que el manchego, igual que Gauguin, hace equilibrio entre lo necesario para vivir lo que nos toca estos días y dar salida a la verdadera vocación.
El cuadro del que habló era AREAREA. Comenzó su comentario desde el título, Arearea significa en mahorí la felicidad del paraíso, lo cual nos sitúa ante un Gauguin en una etapa distinta a la que dio inicio a su carrera. Ya no está en París, sino en Tahití. Una lengua y una cultura diferente. Las reglas son distintas, por tanto los códigos de expresión han cambiado sensiblemente.
Según exponía Casero, este principio de su etapa tahitiana se basaba en la representación de escenas cotidianas. Por ello recurre a la vida en el campo, alejados del ruido, pasando el tiempo a la sombra de un árbol, oyendo el sonido del campo o de la música y con el motivo religioso danzando al fondo de la escena. Así, Arearea es visto como una escena pastoril, en donde las dos protagonistas se pueden interpretar como dos ninfas tahitianas que poseen el pincel de Gauguin para captar con urgencia ese instante natural.
Como resaltaba Casero, la técnica a la que responde el cuadro del francés es impresionista y la desgranó a través su explicación del uso del color (colores planos, primarios, secundarios, complementarios…) y de la disposición de los elementos.
El análisis del cuadro siguió un orden adaptado tanto para el experto en arte como para el menos instruido (como es mi caso). Dividió por planos la obra, atribuyó un significado a cada uno de los elementos que componen Arearea y lo relacionó con otras obras de este pintor (incluso sacó a colación a otros pintores). Nos ayudó a reparar en el marcado carácter sensorial del cuadro: olfato (el perro), oído (música), vista (nosotros), etc…
La reflexión sobre el cuadro mantenía su línea argumental sobre la que pivotaba la idea de paraíso = felicidad, así como la idea de que esta igualación viene dada por el equilibrio entre el hombre y la naturaleza.
Siguiendo una pedagogía cercana al deconstructivismo, el pintor manchego desarmó a Paul Gauguin de la manera más certera y asequible que se podía. Haciendo que su charla destacara por ideas novedosas (la del perro del cuadro representando a Gauguin) y defendió la búsqueda de un sueño a través de la pintura.