
Diario de una Stripper disecciona una experiencia personal de un modo elegante, honesto y en ocasiones bastante inocente. Nos acercamos a la protagonista (la propia autora) que se acerca con miedos, pero sin cortapisas a una curiosidad imperiosa. En ocasiones se define como una persona torpe y poco experimentada, pero todos sabemos que los torpes son por definición bastante cobardes a la hora de liberar sus fantasías y en consecuencia raras veces llegan a materializarlas (y cuando esto sucede lo hacen de manera furtiva).
Afrontar la obra como una biografía en un sentido estricto es un error. Llega un momento en el que dejas de identificar a la protagonista con la autora...y ahí es donde viene lo grande: te envuelve con esa manera tan ágil, natural y verdadera de narrar. Importa el mensaje (si es que lo tiene) pero particularmente las formas.
Una de las razones por las que me ha encantado leer el relato de ese año de la vida de la autora es por la conexión generacional entre ambos. Además de las continuas referencias a música, cine y literatura que me resulta familiar. Todos estos paralelismos serían de lo más modernos si no fuera por lo oportuno del comentario y referencia que se da en la obra. Sirve para entender de un modo más preciso lo que está describiendo. Además confiere una actualidad imperturbable al relato. Obviamente su elemento en contra es que envejecerá con la autora y sus futuros lectores (si es que los hay) deberán hacer un duro ejercicio para extrapolarse al año 2004.

Desde luego no estás ante la novela de tu vida, no te voy a engañar, no es esa gran obra, pero me asombra la manera en la que he devorado el libro, la curiosidad provocada y admiro su sagacidad a la hora de ordenar los hechos, acciones, sentimientos...dejando un sello indeleble con el que cualquiera (seguramente a años luz de su experiencia vital) se puede sentir sorprendentemente identificado.