07 julio 2008

El cha-ca-chá del tren


la tristeza del viajero solitario, la "saudade" de viajar de un lado a otro sin más ayuda que un tren y tu maleta. marcharte cuando no te apetece...

resulta muy cómodo el desplazamiento en tren, sin ninguna distracción más que mirar por la ventanilla y contemplar a velocidad de locomotora lo que el paisaje te ofrece. hay veces en que puede resultar tremendamente monótono, pero siempre hay algo nuevo. para empezar cambia la hora en que viajas, progresivamente se van perdiendo o añadiendo dos minutos al día (consecuencia del cambio de estación). día a día no lo vas notando, pero de repente reparas en ese regalo del tiempo. un fenómeno global. reparas en que es ese inmenso globo que es la tierra y cómo se esfuerza por premiarte con dos minutos más o te estafa con dos minutos menos (te los da o te los devuelve). es un extraño juego, como una partida de ajedrez que termina en tablas. al final todo resulta cíclico. será que nosotros somos quienes cambiamos y modificamos el paisaje.

uno aprende acerca de lo azaroso y accidental de la vida y de las cosas. he oído (y quizás dicho) que me gustaría vivir en tal sitio o en cual otro. últimamente me he sorprendido diciendo que no me imagino viviendo el resto de mi vida en otro lugar más que en el que vivo. y ahora me asombro escribiendo que no es para tanto. quizás exagero. en lo más profundo siento que casi en cualquier parte estaría bien (con algunas cosas indispensables, claro está). advierto que no es tan raro para el ser humano acostumbrarse a cualquier entorno si desde el principio no repara en ello. lo fácil que te adaptas a las circunstancias si evitas someterlas a un análisis constante y exhaustivo. es más sencillo hacerlo con naturalidad, dejando espacio a todo, que suceda, para actuar, sobreactuar, interactuar...

el tren tiene categorías (incluso algún síndrome, el de la clase turista). el tren tiene cafetería (con un determinado tipo de café). el tren tiene camas (hay trenes nocturnos en los que uno puede fabular sobre todo lo que puede suceder: El expreso de medianoche, Sherlock Holmes, El expreso de Shangay, etc...). hay trenes muy modernos; también hay tartanas que merecen un respeto (por los kilómetros, por los pasajeros transportados, por todo lo que ya han hecho y porque en un momento determinado ellos también fueron la "avant garde").

independientemente del tren y del lugar al que viajo, lo más emocionante es sentarme y mirar por la ventanilla. mirando e imaginando que exploro ese sitio, que paseo por las calles de esta ciudad de la que sólo percibo su estación, que estoy en aquel castillo que se eleva en la loma de aquel monte (el cual parece más pequeño y cercano de lo que realmente es). miro a quien tengo frente a mí, al niño que llora y el señor que vocifera por el móvil (puedo intuir la conversación si escuchar al interlocutor). todos tenemos un punto de encuentro. una oportunidad de conocernos. un momento en el que esos hilos que son nuestras vidas tienen, han tenido o tuvieron oportunidad de conectar, enredarse o ni siquiera tocarse.
ese vaivén porfía para que eso suceda, con el fin de que de alguna manera encuentres algo desagradable o rematadamente agradable. que te enamore de la vida o te haga ponerte de morros con ella...aunque sólo sea momentáneamente...luego miras por la ventanilla y...es extraño...pero sonríes. ¿no es mágico?